Mukthi Nilayam
Estoy acostado en la cama cómoda del cuarto #16; un delgado colchón con patrón de flores de colores encima de una plataforma simple de metal, de algún latón, pintado de verde oscuro. El ventilador gira furioso sobre nosotros y la brisa generada es fresca, más tal vez innecesaria; el clima nocturno está fresco y seco bajo la luna casi llena. La cortina de franjas coloridas a la par de la ventana abierta con cedazo va y viene, como permitiendo respiros del cuarto mismo.
Mi papá lee su libro prestado, hojas empastadas entre cubierta naranja plástica transparente, sobre las cuevas de Patal Bhuvaneshwar. Lo disfruta en muchos niveles. Conocimos al autor, aquí en Mukthi Nilayam, el lunes, al llegar. No sabíamos que había visitado las cuevas, y cuando le preguntados sobre ellas, nos contó que tenía un libro sin publicar que tal vez podría prestarnos. Que si no sabíamos que él mismo lo había escrito, ni que él conoció al más reciente descubridor de las cuevas, un militar de apellido Taylor. Dados estos recientes descubrimientos, junto con el hecho que pensamos ir hacia las cuevas nosotros mismos, mi papá está inmerso en un tobogán de emociones y anticipación que le insta a contarme citas específicas de él cuando encuentra algo que lo emociona.
Mañana es nuestro quinto y último día aquí en Mukthi Nilayam, y este poco tiempo ya me ha hecho sentir más calma y claridad. El silencio en la meditación permite sentir serenidad, y la convivencia en bienestar abre mi sonrisa y alegra mi percepción de las personas.
No hemos conseguido acceso a Internet, como Wi-Fi o Sim Card, pero eso se ha vuelto una prioridad secundaria. Mi papá y yo nos hemos entendido en que estamos aquí, y no sabemos qué va a pasar, pero ambos estamos contentos así, y haremos lo mejor posible por pasar un buen tiempo y aprovechar muy bien el viaje juntos.
Estoy acostado en la cama cómoda del cuarto #16; un delgado colchón con patrón de flores de colores encima de una plataforma simple de metal, de algún latón, pintado de verde oscuro. El ventilador gira furioso sobre nosotros y la brisa generada es fresca, más tal vez innecesaria; el clima nocturno está fresco y seco bajo la luna casi llena. La cortina de franjas coloridas a la par de la ventana abierta con cedazo va y viene, como permitiendo respiros del cuarto mismo.
Mi papá lee su libro prestado, hojas empastadas entre cubierta naranja plástica transparente, sobre las cuevas de Patal Bhuvaneshwar. Lo disfruta en muchos niveles. Conocimos al autor, aquí en Mukthi Nilayam, el lunes, al llegar. No sabíamos que había visitado las cuevas, y cuando le preguntados sobre ellas, nos contó que tenía un libro sin publicar que tal vez podría prestarnos. Que si no sabíamos que él mismo lo había escrito, ni que él conoció al más reciente descubridor de las cuevas, un militar de apellido Taylor. Dados estos recientes descubrimientos, junto con el hecho que pensamos ir hacia las cuevas nosotros mismos, mi papá está inmerso en un tobogán de emociones y anticipación que le insta a contarme citas específicas de él cuando encuentra algo que lo emociona.
Mañana es nuestro quinto y último día aquí en Mukthi Nilayam, y este poco tiempo ya me ha hecho sentir más calma y claridad. El silencio en la meditación permite sentir serenidad, y la convivencia en bienestar abre mi sonrisa y alegra mi percepción de las personas.
No hemos conseguido acceso a Internet, como Wi-Fi o Sim Card, pero eso se ha vuelto una prioridad secundaria. Mi papá y yo nos hemos entendido en que estamos aquí, y no sabemos qué va a pasar, pero ambos estamos contentos así, y haremos lo mejor posible por pasar un buen tiempo y aprovechar muy bien el viaje juntos.
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